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AUTOR:IMEF CDMX
La planificación o planeación fiscal corporativa es el proceso en el que las empresas se comprometen a anticipar y, en muchos casos, minimizar las obligaciones fiscales. En México y en casi todos los países del mundo gravan a las empresas en varios frentes.
Las ganancias están casi siempre sujetas a impuestos, pero también lo están las adquisiciones, los programas y beneficios de los empleados y los activos de la empresa, entre otros. Al participar en la planificación fiscal, los directivos de las empresas pueden estructurar sus organizaciones para maximizar las posibles deducciones y amortizaciones y minimizar los impuestos a pagar.
Las consecuencias fiscales y las leyes varían según la jurisdicción, sin embargo, incluso dentro de los países y estados, existen diferentes tipos de impuestos y normas en función del tamaño, el tipo y la escala de funcionamiento de la empresa. Las Pymes tributan de forma diferente a las empresas grandes y constituidas, por ejemplo.
Las empresas involucradas en comercio exterior deben tener especial cuidado con las diferencias jurisdiccionales a la hora de tributar. En contextos más globales, la planificación fiscal suele consistir tanto en comprender las diferencias nacionales como en reducir las obligaciones fiscales. Para la mayoría, la planificación fiscal significa tanto entender las normas como encontrar formas de pagar menos.
La planificación siempre implica hacer un balance de los activos y estimar las obligaciones con suficiente antelación a los plazos de pago. Las deducciones, lagunas y exclusiones pertinentes suelen estudiarse con cierto rigor. De este modo, los responsables de las empresas tienen tiempo para reaccionar y reorganizar determinadas divisiones o pasivos para aprovechar las desgravaciones fiscales previstas.
Aunque es posible dirigir una empresa sin este tipo de planificación, generalmente no se recomienda. Los códigos fiscales son complejos, pero generalmente están estructurados para recompensar a las empresas que toman decisiones acertadas de inversión o empleo. Las empresas que no son conscientes de ello pueden perder muchos ahorros si no hacen la inversión inicial en la planeación fiscal de la empresa.
La mayor parte de esta planificación en las empresas la llevan a cabo contables o abogados, es decir, estos profesionales trabajan con los propietarios de las empresas para explicarles las normas fiscales aplicables, para después hacer recomendaciones de cambios.
En este sentido, los cambios suelen consistir en la mejora de los planes operativos y de proyectos de activos, pasivos y estructuración de las finanzas internas. Las grandes empresas suelen tener estos asesores en plantilla. Las pequeñas empresas suelen contratar a asesores externos y especialistas en contabilidad para que les ayuden a planificar su estrategia para la temporada de impuestos.
Cuando planificas eres estratégico y llevas un orden de lo que haces, así qeu tendrás diferentes beneficios, tales como:
Minimizar controversias: resolver controversias fiscales con las autoridades fiscales. Minimizar la litigación ahorra al contribuyente responsabilidades legales.
Para reducir el impuesto a pagar: Todo contribuyente quiere reducir su carga fiscal y ahorrar dinero para el futuro, así cumples con tus obligaciones fiscales, pero a un menor costo.
Para garantizar la estabilidad económica: La eficaz planificación y gestión tributaria proporciona entradas de efectivo y se traduce en una buena marcha de la economía. Esto beneficia tanto a los ciudadanos como a la economía.
Incrementar la productividad: Uno de los principales objetivos de la planificación es canalizar los fondos de las fuentes impositivas hacia diferentes esquemas de generación de ingresos.
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